La influencia árabe en nuestra gastronomía
La dilatada presencia musulmana en tierras peninsulares, que se prolongó durante más de siete siglos, ha dejado una impronta clara en la mayoría de los aspectos de nuestra cultura, desde el arte al propio lenguaje. La gastronomía no ha sido, por supuesto, la excepción. En gran cantidad de platos de nuestra cocina tradicional advertimos el legado andalusí, tanto en los productos empleados como en la elaboración.
La gran variedad de productos mediterráneos constituye la base de la cocina arábiga, destacando sobre todo el aceite, pero también las legumbres y las frutas, las carnes de cordero y pollo (predominantes debido a la prohibición coránica del cerdo) y los pescados. Su principal característica radica en el empleo de especias, lo cual la convierte en una cocina rica en sabores y aromas.
Aunque es, sin duda, en la repostería donde más se deja notar el influjo de la cultura árabe, con una gran variedad de dulces y postres, herencia clara de su arte culinario. Sirvan como ejemplo dos dulces típicos de diferentes zonas de La Mancha y que aún conservan nombres inequívocamente árabes como son el alhajú, una especie de torta elaborada con miel, almendras, nueces, pan rallado y ralladura de naranja, y los arrucaiques, para cuya preparación se requiere masa de pan, azúcar, de nuevo ralladura de naranja, anises y huevo.
En cuanto a las carnes es, desde luego, el cordero el que ocupa un lugar de honor en la tradición islámica y, por supuesto, también es un producto muy apreciado en nuestras comarcas, asado o en cocido en las denominadas calderetas. Del cordero se aprovechan incluso los intestinos para elaborar los peculiares zarajos conquenses, enrollados en un sarmiento y luego asados o a la plancha.
Como éstos, se podrían enumerar infinidad de ejemplos que muestran cuánto le debe a nuestro pasado histórico nuestro presente gastronómico. No queda más que invitar al viajero a disfrutarlo en cada uno de los establecimientos de Paralelo 40.
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