Comarcas de Paralelo 40. En busca de una identidad
Vivimos en un mundo donde la imagen y lo simbólico forman una parte esencial de todo lo que nos rodea. Está claro que este fenómeno es aplicable también cuando hablamos de destinos turísticos. Uno de los principales objetivos de la mayor parte de los agentes implicados en la promoción de un determinado lugar es la creación de una imagen que identifique al mismo en cualquier lugar y soporte donde ésta sea empleada. Conseguirlo no suele ser fácil. En ocasiones puede surgir de forma espontánea, cuando el público comienza a asociar de motu propio un cierto símbolo o imagen a alguna ciudad, región, país, etc. En estos casos simplemente hay que percatarse de ello y explotarlo de la forma conveniente. Podemos ilustrarlo con un claro ejemplo: a costa de ver su imponente silueta negra en todas las carreteras de nuestro país, el célebre toro de Osborne se ha transformado en un símbolo de lo español, recordando su esencia castiza y taurina. Ahora podemos verlo ya en camisetas, pegatinas, banderas y todo tipo de merchandising turístico.
Sin embargo, muchas veces, encontrar un símbolo adecuado para un destino turístico depende de la pericia y el acierto de los responsables publicitarios, que deben bucear en la cultura local en busca de un signo de identidad con suficiente gancho.
En Paralelo 40 tenemos varios casos en los que un símbolo se ha convertido en imagen de una comarca. El más claro quizá sea la Cruz de Caravaca, conocida desde hace siglos en toda la Península y en América del Sur, por los especiales poderes mágico-religiosos que se le atribuyen. Desde siempre, y sobre todo desde la concesión del Año Jubilar a esta ciudad, su célebre Cruz se ha convertido en un importante símbolo de las tierras del Noroeste de Murcia.
Otra cruz, en este caso la de la antigua Orden de Calatrava, ha sido asociada como imagen a la comarca homónima en Ciudad Real. Por otro lado, el molino de viento, con sus claras reminiscencias cervantinas es un recurrente símbolo en las comarcas manchegas de Paralelo 40, como la Sierra de Alcaraz, Dulcinea, la Manchuela Conquense, etc. Sus aspas han convertido, sin lugar a dudas, una inconfundible carta de presentación con indudable sabor manchego y quijotesco.
Éstos son tan solo unos ejemplos para ilustrar este proceso de asociación mental a ciertas imágenes que reflejan de alguna u otra forma los valores y la idiosincrasia de una zona. En cualquier caso su objetivo es ser una llamada, un acicate más, que nos invite a descubrir in situ aquello que ellas nos han sugerido.
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